Por Martín Cifuentes Fuentes
La tecnología pouch lleva décadas en uso, pero recientemente los fabricantes han dado un vuelco hacia la búsqueda de nuevos materiales y la implementación de procesos que permitan el reciclaje de los packagings y sus residuos.
La alimentaria, al igual que otras tantas industrias, está cruzando por momentos de definiciones. No necesariamente por reducción de ventas o la pandemia, sino por cuán sustentables pueden tornarse sus operaciones. Desde la disminución de residuos, la reducción de su huella de carbono en la producción, hasta el cuestionamiento por los materiales utilizados en los envases para que sean más amigables con el medio ambiente. Los desafíos son varios, pero esos son los principales. Y el de Alimentos Vida Estable (Avesa), una empresa de food service con productos orientados al sector HORECA (hoteles, restaurantes y catering), es uno de los que están impulsando un cambio.
La compañía comenzó a trabajar con envases pouch hace unos 10 años. Originalmente fabricados para la NASA y equipos militares de Estados Unidos, han ido ganando terreno en el mercado por la facilidad de transporte, su flexibilidad y su ligereza. Lo más probable es que cualquier ciudadano haya tenido uno en sus manos, y a veces se desconocen los beneficios que puede traer el formato. E incluso niños, con los tan típicos pouch de compota de fruta. Según comenta Matías Güell, gerente general de Avesa, estos envases partieron siendo metalizados y entre sus ventajas se encontraban ser resistente al calor, no se rompían fácilmente y, a través de un proceso térmico, los ingredientes pueden cocinarse y esterilizarse.
El origen es aluminizado, dice, porque una parte importante de los alimentos con el calor y la luz comienzan a acelerar su proceso de descomposición. Eso sumado a que si existe algún tipo de contaminación, se genera el ambiente perfecto para que se desarrollen microorganismos. “Y la gracia que tiene el pouch es que son alimentos que nosotros esterilizamos y que pueden llegar a durar entre tres o cuatro años sin necesidad de refrigeración”, apunta el ejecutivo.
Desde el punto de vista de la preservación de alimentos, los envases pouch en su origen son sustentables porque no se utilizan equipos de refrigeración para almacenarlos o guardarlos, y para mantener esos equipos se requeriría de un flujo constante de electricidad. “Un pouch de carne mechada de hace cuatro años, lo puedo abrir en este minuto, lo retermalizar y se puede comer sin haber sufrido ninguna modificación en su interior”, afirma.
El gran problema, y que puede verse en las distintas compañías del sector a nivel mundial, es que dada la situación con la emergencia climática, muchas de ellas han buscado alternativas más sustentables para poder reducir la cantidad de contaminación. Marcas como Mars Petcare, Heinz, entre otras, han anunciado por ejemplo nuevas líneas de productos con envases de este tipo que son realizados con materiales reciclados y otras que facilitan el reciclaje en sí. E incluso proveedores de plásticos, materiales y packaging,
como ProAmpac o Coveris, se han aventurado a realizar directamente pouchs que son reciclables. Y, al parecer, el camino.
Reducir la huella
Desde el año pasado están desarrollando y utilizando materiales que son sustentables y les ayudan a reemplazar, por ejemplo, aquellos envases que eran metalizados. Estos ahora son de polietileno y están procurando que toda su producción y desarrollo hacia adelante sea con recipientes sustentables. Con respecto a su producción previa, ya que mensualmente se encuentran fabricando unas cien toneladas de pouch al mes, si antes la totalidad no era reciclable, hoy están en una proporción del 80% que sí lo es contra un 20% que está en proceso de. Y el único que hoy día están haciendo metalizado está orientado hacia el sector militar. No es que el envase sea de metal, sino que originalmente era una mezcla de aluminio con plástico y no una conserva como una lata de atún, sino que se trata de una lámina del material, que se recubre y lo protege los distintos factores externos.
De las cien toneladas que producen al mes, un 50% está orientada a JUNAEB y el otro 50% a food service. Proteínas es la mayor demanda, como carne mechada de vacuno, cerdo y pollo. Y Güell explica el proceso. Por ejemplo, en el caso del tapapecho, se limpia -se saca la grasa-, y después de eso lo condimentan con la receta que les solicite el cliente. Luego lo cocinan y mezclan, lo desechan y luego es envasado en un sobre pouch. Habiendo hecho eso, pasan al proceso de esterilización. Lo hacen así porque cuando se manipula un alimento, por más que se tengan filtros sanitarios, en la cadena de producción al haber contacto con personas, se busca prevenir cualquier posibilidad de contaminación a través de microorganismos.
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Escrita por: Martín Cifuentes Fuentes
Fuente: La Tercera
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